ESTAFAS TELEFÓNICAS (Parte 1)

Red de Herramientas

 

Es tarde, suena el teléfono, es raro que alguien llame a esta hora, ella es nuestra protagonista, no conoce el número que la llama; pero atiende igual:

Se escucha un llanto desgarrador y una voz que le dice 

(Voz llorona) —¡Mamá hace lo que te digan! ¡Tengo miedo!

Se le encoge el corazón, le late fuerte; la angustia no la deja pensar.

Otra voz en el teléfono con violencia, le dice:

— ¡Señora acá tenemos a su hija!, ponga en una bolsa los “verdes” que tiene guardados, se los van a pasar a buscar.

Ella, dice —¿Usted quién es?, ¡suéltela, yo no tengo nada!

Luego, nuevamente, voces en el teléfono se suceden de manera de lograr más angustia en quien escucha, limitando así su posibilidad de análisis de la situación.

(Voz llorona)  —¡Mamaaaaaá tengo miedo me van a matar!

(Voz violenta) —No te hagas la boluda, soltá la guita o la matamos, ahora le corto un dedo y te lo mando si tenés dudas.

Finalmente, nuestra protagonista cansada, angustiada, preocupada accede:

 — Nooo, no la toques te doy todo…..

En esa bolsa van todos los sacrificios, los gustos que no te diste, las horas que trabajaste de más para tener un ahorro…..no importa, nada es más importante que a ella no la lastimen.

El tipo le dice —¡No me corte o la mato!

 Le dicen que tíre la bolsa por la ventana,  allí hay alguien  con un buzo negro con capucha que toma la bolsa y corre.

Cortaron la llamada, lograron su objetivo.

Seguramente nuestra protagonista  llamará a su hija, y comprobará que estaba durmiendo en su casa plácidamente, ¡usaron sus emociones para estafarla!


Seguramente escuchaste muchas veces esta historia, sabés que pasa, y vuelve a pasar mil veces; saben crear ese clima para anular tu pensamiento y que no puedas defenderte. 

¿Qué herramienta podemos ofrecerte para que cuando tengas que transitar esta difícil situación?

Una buena estrategia es preguntarle a “la llorona” o presunta victima que dice ser tu familiar algo que ni en el peor momento pueda olvidarse, tal como el nombre de su mascota más querida, el nombre de la calle donde pasó su infancia; en fin, alguna info distintiva que la persona en cuestión no podrá olvidarse por más que este pasando una situación de máximo stress. 

Si te dice “no puedo contestarte estoy nerviosa” podes sacarte el peso de encima de discernir si esa voz desdibujada por el llanto es la de tu persona amada. Alguien en una situación límite recordará un nombre o una palabra salvadora, sobre todo si tiene que ver con sus afectos más primarios.

Hagamos red entre todas para contarnos las situaciones riesgosas que nos toca vivir , asi estaremos advertidas y podremos crear recursos para defendernos.


Nota colaboración de ELIZABETH RODRÍGUEZ PALANCAS